A Ferran Olivella (Barcelona 1936-2023) le encantaba recordar sus orígenes, a través de Poeta Cabanyes en el Poble Sec de Barcelona, donde jugaba al fútbol con Joan Manuel Serrat, aunque en realidad el hombre de su villa era el hermano mayor del cantante. El entonces popular Serrat era entonces el típico niño pequeño que intentaba jugar con los mayores, ciertamente con escaso éxito.
Olivella ha destacado las mañas adquiridas en el fútbol callejero como una de sus mejores cualidades deportivas, aunque al principio lo que le gustaba era jugar de portero y en muchas ocasiones se preparaba como portero suplente, por si su intervención era necesaria de urgencia.
Su carrera, desde la juventud hasta el cénit internacional, la ha pasado viéndolos llegar. Defensa lateral o central, sus dos posiciones más habituales. Ningún aficionado veterano del Barça puede olvidar la confianza que daba llegar a Les Corts o al Camp Nou y saber que el equipo titular empezó así: «Ramallets, Olivella, Rodri, Gràcia…»
Fue un defensa duro pero noble, perdonen el tópico, pero en su caso está más que justificado. Un defensa que ha sufrido más problemas físicos que sus rivales, con lesiones especialmente graves en 1957 en Atocha, en 1959 con el Espanyol, en 1960 en San Mamés… pero sobre todo una grave lesión en el ojo que le puede costar parte de la visión en en el Barça-Zaragoza en marzo de 1959, salvado por la eficaz intervención del prestigioso doctor Arruga.
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Las virtudes del defensor
Era un defensa duro pero noble, perdonen el tópico, pero en su caso está más que justificado
No podía soportar el teatro del fútbol moderno. «Cuando uno recibe un golpe fuerte, no rueda cinco veces. Simplemente se cae», explicó.
Como espectador, desde los 17 años, vivió el famoso derbi de avalancha, cuando la gente se precipitaba hacia el césped de Les Corts en un partido Barça-Espanyol muy tenso y no había forma humana de que los espectadores expulsados volvieran a la grada, absolutamente lleno.
Como jugador blaugrana, de 1956 a 1969 disputó 320 partidos oficiales (524 en total) y marcó un gol. Imposible de olvidar: 14 de febrero de 1960 ante Las Palmas, tiro de esquina. Con su competición, el Barcelona ganó 2 campeonatos, 4 copas y 3 Copas de Feria. Pero también fue un esgrimista fundamental en la selección española y como capitán levantó el trofeo de campeón de Europa en 1964.
Una meta
Como jugador blaugrana, de 1956 a 1969 disputó 320 partidos oficiales y marcó un gol. imposible de olvidar
Recordó así su fichaje por el Barça: «Jugué en el Poble Sec y me seleccionaron para jugar con Cataluña en la liga autonómica, en Madrid. Me subí al tren, tenía 16 años, y Papi Anguera, que acompañaba al Barcelona», recordó. me vio tan solo que me dio la bienvenida. Poble Sec me quería traspasar al Espanyol, donde jugaba otro jugador de mi barrio, Parra. Pero intervino el secretario de fútbol juvenil del Barça, Josep Boter. «Me hizo su oferta y acabé en el Barcelona». Le ofrecieron, nunca lo olvidó, 3.000 pesetas, viajes pagados para entrenar y un sueldo de 500 al mes, como el del equipo amateur. Con el bono de traspaso se compró un traje que le costó la mitad.
La selección española, campeona de Europa en 1964, lleva a hombros al entrenador Pepe Villalonga y al capitán Ferran Olivella
Quien le trajo al primer equipo fue Domènec Balmanya, entonces entrenador del Barça. Pero con quien aprendió todo fue con Kubala a su lado. Le enseñó toda la técnica. «Eso estuvo fabuloso, ahora pego al poste derecho, ahora al izquierdo, ahora repito, pero con la otra pierna… Yo miraba y él ejecutaba. Era un prodigio, se sentaba y se levantaba sin perder el control del balón» .
De cuantos entrenadores ha tenido, Olivella siempre ha guardado un recuerdo especial para Helenio Herrera. Dijo que, en los tiempos actuales, con la cantidad de imágenes de búsqueda de todos los equipos y jugadores, sería insuperable. Ya entonces, explicó, «te lo contaba todo sobre el rival, te explicaba por dónde intentaría regatear tu par, si tenías la cabeza bien… salías a jugar pensando en la radiografía del rival». HH siempre ha tenido muy claro que la fórmula del éxito era colocar a los canteranos azulgrana desde porteros hasta mediocampistas y poner en el campo a las mejores estrellas del mundo en la delantera. Olivella, como Segarra, como Ramallets y tantos otros fueron la base de los éxitos del mago Herrera.
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Entre sus victorias más recordadas, Olivella citó la histórica victoria por 2-5 ante el campeón inglés Wolverhampton en la Copa de Europa de 1959-60. La actuación del Barça llegó a tal nivel que cuando el árbitro pitó el silbato, los mismos jugadores ingleses formaron un pasillo para aplaudir a los barcelonistas. También tuvo, como en no más de 500 partidos, malas tardes. Fue muy criticado en un Barça-Madrid en el que no pudo parar a Gento, pero calló que se lesionó a los 20 minutos y como no había reposición tuvo que aguantar al chaval. O la triste derrota en la final de la Recopa de Europa de Basilea en 1969, cuando ya con 33 años estaba semirretirado y debía jugar por numerosas lesiones. Fue su último partido oficial con la camiseta del Barça. El club le rindió un cariñoso homenaje el 6 de septiembre de 1969, ante el Palmeiras. Con especial emoción cuando Olivella saltó al campo, con el número 5 a la espalda y acompañado de su hijo, también vestido de futbolista y con el mismo dorsal.
Posteriormente fue profesor de educación física en un colegio de Sant Cugat, se implicó mucho en el grupo de exjugadores y fue entrenador durante cuatro años con Josep Lluís Núñez.
Si siempre estuvo orgulloso de algo, fue de su estilo. Un defensa, lateral o central, que nunca haya sido expulsado. Un caballero, dentro y fuera de la cancha. Un caballero de esos que enorgullecen la historia de Barcelona.