«‘Yo’ tiene hambre, ‘Yo’ tiene hambre». En estos términos, en un español incipiente, aún por pulir, se expresó un niño migrante, de apenas 9 años, acogido en el Centro Guiniguada, ubicado en el distrito de Vegueta de la capital grancanaria. Es uno de los espacios de emergencia habilitados para la acogida de menores migrantes no acompañados gestionados por el Fundación para la Respuesta Social del Siglo XXIactualmente bajo investigación por parte del Poder Judicial luego de la denuncia presentada por la Fiscalía Anticorrupción durante la evaluación de un presunto uso irregular de fondos públicos para el cuidado de estos adolescentes y niños.
“Los niños te decían que tenían hambre”, cuenta una profesional con más de 13 años de experiencia en hogares colectivos que trabajó en este centro en 2021. Esta auxiliar pedagógica, que prefiere permanecer en el anonimato, cuenta a un escena de terror en el que los menores extranjeros no acompañados fueron sometidos a aa trato «deshumanizante»..
En cuanto a la alimentación, afirma que los usuarios, con edades comprendidas entre los 9 y los 17 años, no han recibido las cinco comidas diarias que habitualmente se reparten en estos centros; solo cuatro. «No hubo media mañana», matiza, por lo que los menores llevan horas sin llevarse nada a la boca. Además, los desayunos y meriendas «eran escasos». Consistían en «medio sándwich», el primero, y «un muffin y un vaso de jugo», el segundo. Si los jóvenes no estaban satisfechos, «no podrían repetir».
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Esta situación, relata la asistente, le fue expuesta a la entonces directora del centro, María de los Ángeles Barroso, secretaria y tesorera del comité ejecutivo de Vox por la provincia de Las Palmas en la pasada legislatura, número 8 de la lista de la UxGC.. Todo cargo de alcalde de la capital grancanaria en las últimas elecciones e investigado por esta trama, conocida como caso Menas. «Tenían hambre en el barco, no te quejes»fue la respuesta de Barroso, según cuenta este trabajador.
Por otro lado, durante el período en el que estuvo empleada en el centro, en plena era covid, afirma que los menores migrantes tenían que llevar mascarilla a todas horas, incluso para jugar al fútbol. Sin embargo, solo se proporcionó uno del tipo quirúrgico durante una semana completa. «Terminaron negros y malolientes»señala el ex trabajador de Guiniguada y, si pedían uno nuevo, «se lo negaban».
Otro fenómeno controvertido que vivió este profesional en el Centro Guiniguada tiene que ver con la atención médica. «Intentaron impedir que los niños fueran al médico; Lo viví dos veces y no lo entendía”, agrega. En uno de estos incidentes, varios menores sufrieron fuertes dolores abdominales y vomitaron más de una vez; presumiblemente, alguna comida del catering que les sirvieron los enfermó.
“Trataron de impedir que los niños fueran al médico; Aunque se veían mal, dijo que lo hicieron vomitar”.
“Le dijimos a la directora, le dijimos que llamaríamos a los médicos. Me respondió que no, que contenemos menores. Llegó un momento en que un grupo de niños vomitó, se ha producido una situación de psicosislloraban y gritaban porque no queríamos llevarlos al médico, que éramos racistas”, dice la auxiliar de educación.
Finalmente, los menores recibieron atención médica, y fue porque uno de los migrantes amenazó con grabar la escena y difundirla en internet. “Entonces, ¿qué hizo? Dijo que el médico le comentó que los niños que se habían enfermado no podían salir durante tres días, pero no dijo: fue un penalti oculto. Ella lo miró como si estuviera siendo peleado; Tenían mala pinta, pero dijo que le provocaban vómitos”, añade.
señales de alarma
«Era muy evidente que este director despreciaba a los niños.. El problema es que hay tanta gente como ella, con acceso a grandes sumas de dinero y mucho poder sobre niños vulnerables, que no tienen quien los defienda. debe haber mecanismos efectivos de control para que esto no pase”, reflexiona la profesional al respecto.
“Él despreciaba a los niños. Hay gente que tiene mucho poder sobre los niños vulnerables, que no tienen quien los defienda
En esta línea, denuncia una de las normas de este espacio de acogida: no establecer vínculos con menores, cuando «indicar estas características en un centro es cercanía y conexión, porque es lo que cura a un adolescente oa un niño». «Si cuestionabas la metodología o te veían muy cerca de los niños, no pasabas el período de prueba; no pasarlo era normal”, subraya.
A su vez, critica que los menores migrantes no acompañados muchas veces no han recibido los salarios que paga el Estado y que pagan semanalmente. “Una vez no se la dieron a los 40 niños del centro porque llevaban mal la mascarilla en Puerto Bello, el centro de donde venían. ¿Dónde está ese dinero?».
Esta situación, sumada a la ausencia de actividades en el exterior -incluida la falta de furgoneta- ha llevado a los jóvenes migrantes a salir solo y adquirir malos habitos. «¿Por qué un niño prefiere dormir en la calle que en su centro? No es normal. Es una señal de advertencia; luego hay problemas con el medio ambiente y con los vecinos. Un niño vino a decirme preferiría estar muerto que en el fondo», revela.