El día de la vuelta del playoff ante el Tenerife subí bastante temprano a Siete Palmas. A mitad del viaje mi padre me recordó que teníamos que imprimir los boletos para el partido, que decían en la oficina de correos que había que imprimirlos por si los molinetes tenían problemas. Mierda, pensé. Acostumbrado a la tarjeta de abonado, se me había olvidado el detalle del ticket y, aun sabiendo que seguro que funcionaría el QR del móvil, tenía dudas. Lo mejor era encontrar un lugar para imprimirlo. Paramos, una búsqueda en Google, una llamada y listo. Fijado. O no… cuando giré la llave para arrancar el coche, no arrancó. El día más importante de la temporada, el partido que decretaba si salíamos de Tenerife en ruinas y entrábamos en la final de ascenso, estaba llamando a la grúa. «Qué puta» dije enojado, pero algo en la parte de atrás de mi cabeza sonrió con picardía y respondió «vamos a subir».
Siempre he pensado que las casualidades no existen en el fútbol. Que los fenómenos extraños que a veces ocurren son señales que nos envía Don Fútbol para los que sabemos interpretarlas. Las señales están ahí, Don Fútbol las envía, y depende de ti verlas y entenderlas.
Yo, fiel creyente de esta doctrina que me inventé, paso la mayor parte de mi tiempo buscando señales que den sentido a mis deseos con la Unión Deportiva Las Palmas. ¿Conoces al tipo de persona que dice que cuando el equipo gana un gran partido, intenta reproducir exactamente lo que hizo ese día en el próximo partido? Estoy en ese equipo. Llevo el 10 y el brazalete en ese equipo. Repito los rituales, busco señales y espero el resultado con una sonrisa.
El 21 de junio de 2015 fue uno de los mejores días de mi vida, como tantos otros, pero la verdad es que no empezó muy bien. Tras el choque de La Romareda, se organizó una iniciativa para elaborar un mosaico con el lema «El sueño de todos» de cara al partido de vuelta desde primera hora de la mañana. Y aquí estamos. Cristian, Saulo y yo. Habíamos visto juntos el partido de ida y en los días siguientes habíamos subido muy alto, así que decidimos poner de nuestra parte. Poco después de las ocho de la mañana nos plantamos en Fondos de Segura, aparcamos y entramos en el estadio para colocar cartones en cada asiento bajo la batuta de Sergio Maccanti que dirigía la orquesta. Han pasado un par de horas, pero estamos satisfechos con el trabajo realizado. Habíamos hecho nuestra parte, ahora era su turno. Salimos por la caseta sur dispuestos a buscar un sitio para comer y pasar las horas hasta el partido hasta que nos encontramos con un sinfín de realidades. Por muy temprano que nos levantáramos y por muy flipados que estuviéramos, era día de partido y era Fondos de Seguros. No había más coches, habían sido remolcados. Taxi, pago de la multa, horas perdidas y prisa de regreso a Siete Palmas para vivir un glorioso resto del día. Valió la pena.
Estaba convencido de que esta vez la historia se repetiría. Iríamos a la final de los playoffs y subiríamos. Tal vez por eso le sonreí al chico de la grúa cuando me dijo que tenía que cambiar la batería del carro y que costaría no sé cuánto. ¿Qué más fue eso? Partido trascendental por el ascenso y un accidente automovilístico más. señales.
Además, esa misma mañana fui a desayunar al Café Regina con mis padres vestido con la camiseta de Las Palmas, tal y como había hecho unos días antes en el partido contra el Oviedo. Ese día todo salió bien así que repetimos los rituales. Misma camiseta, misma cafetería y mismo desayuno. Para darle más misticismo al acto, el camarero del día tinerfeño hizo el mismo comentario que había hecho otro camarero la semana anterior. “¿Listo para el estadio a las 9? Desde que renuncié a mi trabajo, también he estado a bordo”. Exactamente el mismo comentario de otro camarero. señales.
Realizó rituales y recibió señales. Todo indicaba un éxito rotundo. Don Fútbol me estaba hablando y lo entendí. Y en eso me quedé pensando cuando Enric Gallego marcó el primer gol. Y también lo pensé después del penalti. No importaba, volveríamos, subiríamos. Por eso marcó Curbelo y aún hubo tiempo de remontar. Mano. No sucedió.
Solo después del pitido final terminé aceptando la realidad. Quizá lo que la vida me quería decir no era que íbamos a ascender, sino que tenía que cambiar la batería del coche que ya me había dejado en el suelo hacía un par de semanas. Quizás el camarero hizo ese comentario simplemente porque como todo buen hincha y trabajador frente al público, hay que guiñarle el ojo a un cliente con la camiseta de Las Palmas. Quizá Don Fútbol nunca me dijo nada.
Y así he estado todos estos días, evaluando si la doctrina que había creado en mi cabeza era realmente real o solo una excusa para darle sentido a las cosas que simplemente no lo tienen, que suceden porque sí.
Hace unos días salió el calendario de la nueva temporada de Segunda División. Las Palmas jugará el último partido de la liga regular en casa ante el Alavés, como en 2015. Señales. ¿absurdo? Claro, pero déjame soñar.
Nauzet Robaína
@NauzetRo