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La investigadora de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, Marta García Cabrera, analiza en el libro «Bajo las patas del león» la evolución de la propaganda británica en España durante la Segunda Guerra Mundial
Los espías, de la mano de algunos colaboradores, han creado una vasta red de difusión de rumores, mentiras y propaganda, resultado para el que han contado con una ayuda inesperada: una red de sacerdotes, especialmente del País Vasco, Aragón, Cataluña o La Rioja, donde el obispo de Calahorra incluyó en sus sermones condenas explícitas a las tendencias paganas del nazismo.
Los británicos organizaron una importante red de contactos clericales, compuesta principalmente por obispos, sacerdotes y mensajeros simpatizantes que coordinaron la conducción de conferencias y retiros, prepararon sermones politizados y lanzaron campañas persuasivas. Muchos de los sacerdotes, de hecho, realizaban viajes y visitas regulares para organizar la distribución de propaganda, recibir información y difundir la red de católicos antinazis.
Sobre el papel propagandístico que juega el país aliado en territorio español y sus esfuerzos por dominar la opinión pública, la investigadora de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (Bajo las patas del león) ha publicado un libro (ULPGC) marta garcia cabrera que compara la evolución de la propaganda británica en España en la Segunda Guerra Mundial en relación con la primera.
En el plan británico «había convencer a las mujeres»
En una entrevista con EFE, García Cabrera señala que para Gran Bretaña, uno de sus principales objetivos, especialmente en la Segunda Guerra Mundial, es convencer, más allá de los opositores al recién instaurado régimen franquista -un grupo empequeñecido por la guerra-, a aquellos sectores de la sociedad más cercanos a Franco, por lo que sus acercamientos a las élites religiosas, vinculadas principalmente a la burguesía, no fueron casuales.
Aunque también se movían en los círculos obreros y en el pequeño movimiento obrero que apenas había sobrevivido a la guerra civil, la maquinaria propagandística británica era fuerte en tertulias, hoteles, casinos, centros cívicos, mítines, cafés, a cargo de barberos y hasta peluqueros, uno de los lugares desde los que intentaron convencer a un público que consideraban clave: las mujeres.
En el plan de los británicos, convencer a las mujeres en ambientes como peluquerías y mercadillos fue la antesala para luego convencer a sus maridostodo ello, recuerda García Cabrera, en un contexto «de enorme vigilancia por parte de la Policía, la Falange y el Gobierno franquista».
Luz verde a la propaganda nazi, detenido por escuchar la BBC
Debido a esta persecución política, añade el investigador, el intercambio de información y propaganda fue «muy clandestino, muy clandestino», casi «de la mano», mientras el régimen intentaba por todos los medios obstruir la perseguida propaganda británica, especialmente durante los primeros años. etapas de la guerra, cuando los mensajes nazis «tenían vía libre» y la Alemania de Hitler no quería ser «alarmada» por la cantidad de propaganda británica que recorre España.
Sin embargo, tras la derrota del ejército de Hitler en Stalingrado y la entrada en combate de Estados Unidos, los británicos sienten una cierta relajación hacia sus actividades propagandísticas por parte de las autoridades franquistas, inseguros sobre el futuro de la guerra una vez que la victoria del Eje ya no sea posible. claro, por lo que Gran Bretaña redobla sus esfuerzos a partir de este punto.
«En España hasta ese momento se obstaculizaba la propaganda aliada británica y americana. Se le persigue, se le encarcela, se le prohíbe, se le destruye, se le secuestra. Hay muchos presos españoles que solo escuchan la BBC”, apunta García Cabrera, quien añade que tras el debilitamiento de los nazis, incluso ha habido un cambio de humor en la forma en que los reciben los españoles, que se han vuelto más amables con su propaganda y sus mensajeros.
Malos augurios económicos y propaganda de atrocidades
Los principales problemas afectados por la propaganda que Gran Bretaña introdujo en España fueron la delicada situación económica y las perspectivas de hambruna entre la población, ya duramente castigada tras la Guerra Civil. En sus mensajes, los británicos se centraron en la escasez de alimentos y vincularon la guerra al sombrío panorama económico en el que se desarrollaba España.
Desde la oficina de propaganda británica, otro curso de acción fue conocido como «propaganda de atrocidades», «un elemento muy feroz» que se utilizó para hablar de mutilación de niños, migración forzada, gaseamiento de niños en las escuelas o violación de mujeres.
El objetivo: transmitir la idea de que «te puede pasar a ti», una estrategia que el autor considera «clásica» de este tipo de conflictos y que lo hemos visto recientemente, por ejemplo, con la guerra en Ucrania.
Asimismo, Gran Bretaña llegó a formular de tres a cuatro escenarios posibles para poder diseñar su propaganda y tener mensajes más efectivos en el caso de que España dejara de ser neutral y tuviera que tratarla como un país belicoso y enemigo.
Incluso idearon planes por si acaso Canarias habría sido ocupada por los nazis o dependiendo de lo que pasara con Gibraltar. García Cabrera también fue tan lejos como para documentar los planes de Gran Bretaña para volar varios barcos vinculados a la Alemania nazi han sido suministrados a Canarias, y concluye que todos estos elementos habrían obligado a Gran Bretaña a reorientar su política de propaganda.
Información: Cristina Magdaleno Galdón / Efe