Celestino Sebastián Boza Álamo cumple 100 años en una larga vida dedicada al trabajo. Para él era la cura de todos los males, dado que después de un siglo no tiene ninguna enfermedad, ni siquiera un poco de colesterol, sólo sufre “como un anciano, no como un enfermo”. Ayer sopló las velas en Las Palmas de Gran Canaria junto a sus cuatro hijos, siete nietos y una bisnieta por un siglo de vida.
El 26 de mayo de 1923 nació en Agaete el quinto de una familia de diez hermanos. «No tenía hambre, pero quería comer»Recuerda de su infancia. De los cuatro a los doce años cargaba cubos de arena en la playa de Las Salinas para construir casas por tan sólo cinco pesetas, que regalaba a su madre. “No lo creíamos, pero así fue, con apenas cuatro años tenía el doble de edad que el resto de los niños”, cuenta uno de sus hijos.
Al crecer, aprendió el oficio de albañil, al que dedicó la mayor parte de su vida.. Sólo en Villa Marinera construyó cincuenta casas. Boza vivía a medio camino entre Agaete y Las Palmas de Gran Canaria, gran parte de su trabajo se desarrollaba en la capital, por lo que viajaba ocasionalmente. Finalmente, En 1965 se traslada con toda su familia a el islote, para estar más cerca del trabajo y por tanto vivir más cómodamente. Los mandados nunca le faltaban y, por eso, cada vez que lo llamaban para una obra, solo iba allí si también contrataban a alguno de sus hermanos.
quince
Antes de trasladarse, trabajó en la construcción de la vivienda social Schamann durante el franquismo. Boza trabajaba de lunes a sábado y dormía en el edificio, que aún no estaba terminado.. Su esposa, Pilita, le enviaba comida para dos o tres días en carro y así se mantenía. Conoció a su mujer en bailes y se casaron cuando él tenía 30 años, ella era costurera y «muy buena». Después de su matrimonio, querían ir a Francia porque habían conseguido un trabajo con alojamiento y comida pagados, pero se decepcionaron cuando no se les permitió ingresar al puerto francés.
En el último período de su vida laboral, trabajó durante tres años como portero en un edificio con varios bufetes de abogados. Ella lo recuerda como el punto culminante de su vida porque después de tantos años de trabajar en una profesión tan exigente físicamente, llevar cartas de un lado a otro fue todo un descanso. Cuando se jubiló, se hizo cargo de su esposa, que sufría de Alzheimer.. “Le dimos un cuidador y mis hermanos y yo nos turnábamos para cuidarla, pero él siempre estaba con ella”, cuenta su hija Cristina.
No recuerda mucho de la Guerra Civil, siendo un adolescente de 16 años cuando terminó. A los 20 años hizo el servicio militar obligatorio y le tomó su foto más antigua en uniforme, que su familia conserva como reliquia. La dictadura, dice, fue un período «normal», porque nunca le faltó trabajo, que era lo más importante. Aquí porque, aconseja a la juventud de hoy trabajar porque «es mentira que el trabajo afecte la salud» y se pone a sí mismo como ejemplo.
En los cien años que vivió, tuvo tiempo de presenciar la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Civil, la dictadura de Franco y la transición a la democracia. Además de ver el ejercicio de los quince presidentes de Canarias, la Guerra Fría, el auge de la música rock y otros muchos acontecimientos ha podido vivir en plena salud. Aunque durante su vida no tuvo mucho tiempo para prestar atención a todos los problemas del mundo. “Toda mi vida trabajé y cuando paré cuidé a mi esposa”dice Boza, un viudo de once años.
Parte del estadio de la isla
Sin embargo, este domingo no dejará pasar la oportunidad de hacerlo votar como siempre lo ha hecho y confiesa que lo hizo por el PSOE porque es el partido que «le da cosas». Aunque siempre ha ejercido su derecho al voto, lamenta que lo que más ha cambiado a lo largo de los años es que, a su juicio, los políticos roban más.
Con motivo del partido de hoy entre la UD Las Palmas y el Alavés, en el que se decide su ascenso a primera división, recuerda estar en la construcción del Estadio Insular. Aunque le gusta el fútbol, dice que no verá el decisivo porque «todo son historias».
Recuerda todos esos momentos de lágrimas en los ojos que han visto pasar la vida de amigos, colegas y familiares, así como la suya propia. «Siempre es así, cada vez que recuerda algo del pasado llora, no puede evitarlo», comentan sus hijos, quienes lo acompañan en todo momento y no dejan de asombrarse con el recuerdo que guarda de su padre. «No olvides nada», dicen. Boza sopla las velas rodeado de sus familiares en un momento muy emotivo. «¡Y que te encuentres con otros cien!» exclaman en la fiesta.